El caso es la mayor preferente hecha pública hasta ahora en España. Un matrimonio casi octogenario de Zaragoza adquirió en 2004 casi medio millón de euros preferentes comercializadas por Caja España (hoy banco Ceiss). La pareja, con formación universitaria, recibía puntualmente los intereses generados por el dinero ahorrado durante toda su vida hasta que un día un extracto bancario los sobresaltó.
En las posiciones que recibían cada mes, los 434.000 euros que mantenían en títulos preferentes se habían convertido, de la noche a la mañana, en 181.000 euros en un producto financiero llamado “bonos necesariamente contingentes”. El matrimonio no entendía la terminología financiera, pero asistía, sin esperarlo, a la desaparición de casi 250.000 euros de sus cuentas.
Lineamiento del Frob
Perturbado por la evaporación de sus ahorros, el afectado acudió cada día a la sucursal bancaria donde sólo recibía una respuesta: “es el procedimiento que marca el Frob”. El Frob, término desconocido hasta entonces por la pareja, no era otra cosa que el banco malo, la entidad que absorbió todos los activos tóxicos de las cajas y bancos que habían sido arrastrados por sus desfases durante los años de abundancia.
Cada día el afectado asistía al banco, exigía la presencia del director y tomaba anotación, de su puño y letra de todo lo que le decían los trabajadores, de las excusas que usaba el director de la oficina para no atenderlo y dar explicaciones por la repentina desaparición de su dinero. Estaba armando su propio diario de penurias financieras. Tampoco tuvo suerte en el acto de conciliación, donde el conciliador --generalmente un auditor con importantes contratos con la banca-- denegó, por medio de una breve carta informativa diseñada para todos los casos, la devolución del dinero. Sólo quedaba entonces la opción judicial.
El monstruo amorfo
Pero lo peor aún estaba por llegar. En medio del juicio, el matrimonio afectado recibió un nuevo extracto bancario con otra sorpresa demoledora. Los 185.000 euros de “bonos necesariamente contingentes” se habían convertido en 1.450 euros en acciones. El dinero de toda una vida se había esfumado a través de un complejo proceso financiero con el cual el banco logra transformar el pasivo (los ahorros de sus clientes) en activo.
El rendimiento de las participaciones tienen una reducción fiscal, en cambio, el dinero de las preferentes pasan a formar parte del activo. En términos fiscales, también es un negocio redondo: la entidad pasa de tributar a descontar. Al final, es la forma de ampliar capital sin ningún riesgo, porque todo el riesgo lo asume, sin saberlo, el cliente.
“Nos enfrentamos con un monstruo amorfo porque no sabemos de quién es la responsabilidad. Los trabajadores del banco suelen decir que ellos tampoco tenían conocimiento del producto que vendían”, explica Salvador Peña que, junto a su hijo Ricardo Peña, representó al matrimonio demandante.
La sentencia El juicio comenzó con una pregunta demoledora del juez a la acusación: “¿Cómo se explica que 434.000 euros se hayan convertido en 1.400 euros?” Hace dos semanas, el juzgado número 10 de primera instancia de Zaragoza dictó sentencia contra la entidad bancaria, que ha sido condenado al pago de 430.000 euros más intereses y costas del proceso judicial.
Fuente de datos: t.economiadigital.es
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